viernes, 30 de agosto de 2013

¿Por qué engañamos?


Cuando me enfrenté al desafío de conmemorar mis dos años en la iniciativa “El Blog del Piiñah” pensé qué tema podría ser tan bueno para hacerle honor a mis lectores pero no tanto como para que sigan leyéndome. Comencé “El Blog del Piiñah” como una sátira de la serie de televisión “El Blog de la Feña” y mi idea era hacer un programa radial on-line, donde hablar de temas sexuales fuera tan natural como con un par de tragos. El programa no tuvo éxito pero ante la insistencia de ciertos radio-escuchas a quienes les gustó la idea del Blog, decidí crear este blog escrito en la web, ya que así sería más fácil de difundirlo y de que sus temas se lean. Para conmemorar los dos años del Blog del Piiñah tomaré el primer tema del que hablé: ¿Por qué engañamos? Y debo mencionar a mi amigo Luis Mayer quien mencionó este tema sin saber que era el más significativo para mí, daba por hecho que no era necesario tocarlo, pero recordé que nadie me escuchaba -jajajaja- así que decidí tomarlo y desarrollarlo.
El engaño es uno de los temas más hablados y menos conclusivos de las personas en general, y es que es tremendamente complejo analizar a las personas cuando hay una cantidad de pensamientos distintos, hay personas distintas con trastornos distintos que hacen que la rama de variaciones respecto de un tema tan delicado, como el engaño amoroso (con sexo incluido claro está, si no, no sería mi blog), tenga la variación de pensamientos que existen y de ahí que las contraposiciones de las opiniones varían en una conversación. Sin embargo hablaré de generalidades porque es más fácil y corto.
Engañar a la pareja, es decir ser infiel, se trata de uno de los temas más complejos, pues se trata de faltar a la confianza de la pareja, rompiendo un lazo tan estrecho y delicado sobrepasando el límite de la confianza. A través de esto, se crea un clima de desconfianza que termina por matar la relación si es que se perdona tal acto. Ante esto, se dice que hay distintas razones que llevan al engaño y veremos un poco cuales son tratando de entender el por qué engañamos.
Casi todos podemos decir que hemos sido infieles aunque sea una vez, y siempre damos excusas que sirven para tranquilizar nuestra mente y llena nuestra boca de argumentos que sólo nos convence a nosotros mismos  pero pensamos que el resto los encuentra igual de válidos.
Una de las excusas es que el amor es que el amor se terminó: veamos este argumento: si me encuentro en pareja y mi pareja ya no me hace sentir lo mismo que antes pero no quiero perderle pues tengo miedo de extrañarle, o simplemente, nos llevamos tan bien que es casi un crimen terminar la relación sólo porque ya no me hace sentir lo mismo y pienso que aquello es un estado provisorio que pasará en cualquier momento y volveremos a ser felices como antes, entonces, un desliz que me satisfaga por el momento malo que estoy pasando parece válido, pues no es necesario que nadie lo sepa siendo que así no se daña a nadie. El punto con este argumento está en que precisamente si no hay fuego en la relación; no es necesario buscar ese fuego por fuera pues, ese fuego puede ser encendido en la relación y la clave está en hacerla dinámica de manera que todo lo que necesito lo encuentre con mi pareja y no requiera de buscarlo afuera, una relación amorosa no es un objetivo por cumplir, sino un enorme trayecto que disfrutar y la misión está día a día en mantener viva la llama de la pasión para que no se termine matando la convivencia, el saber compartir lo que se siente y se quiere es parte de ser sincero con la pareja, y la sinceridad es la principal arteria de la confianza, y la confianza es la base de cualquier relación interpersonal. Por otro lado, nada de esto cuenta si no se tiene conciencia de la pareja, si el amor propio es más grande que el respeto a quien amas, y eso provoca que el engaño, la omisión y la mentira se interpongan en la relación, es que ya no hay relación de dos, pues cuando los intereses de la pareja se toman unilateralmente definitivamente ya no hay pareja, pues las parejas son de dos (sí, lo sé, omitan comentarios al respecto -jajajajaja-), y como tal, las decisiones deben tomarse entre ambos:, veamos: si ambos decidimos que seremos una pareja libre y que me da exactamente lo mismo que mi pareja se acueste con quien sea cuando sienta que ya no le caliento, bueno, es válido, pues existe a confianza que propicia el perverso acto. Sin embargo, cuando esto se hace como decisión propia y en secreto, o descaradamente, deja ver una evidente falta por el respeto a la pareja, pues no se piensa en que la otra persona confía ciegamente en que la relación es tan sincera que la pareja se sostiene gracias a sí mismos.
Otro de los argumentos es que simplemente pasó porque se dio la situación, esto da para pensar que simplemente no hay cariño en la relación, pues no se engaña cuando se quiere o se ama, si se dan las situaciones la persona siempre tiene el poder de elegir cómo actuar, independiente de lo rápido que se dé la situación. El libre albedrío es parte fundamental de lo que nos hace ser seres racionales, el poder decidir en base a lo que queremos o pensamos por sobre los impulsos carnales es parte de un razonamiento avanzado que se aprende, pues no todos saben como usarlo, pues de lo contrario, no habrían excusas como “es que me calentó la sopa y no soy de fierro poh’ mi amor”. El autocontrol es fundamental para el crecimiento personal y es vital para mantener las cosas en orden dentro de una relación, sobre todo a la hora de las infidelidades.
La siguiente excusa es que estaba buscando por otro lado lo que no me da mi pareja. Lo que es realmente decepcionante, pues  veamos: según se dice: el hombre engaña por sexo y la mujer por sentimiento. ¿Pero qué tan de cierto hay en esto cuando la masculinización de la mujer hace debilitar el carácter del hombre y termina feminizándolo de tal forma que pareciera que los roles se invierten? Y lo digo así pues se sabe que la mujer es quien moldea al hombre, el hombre es fácil de entrenar y es al revés de como se piensa: que el hombre tiene mala mano o no. Siendo la mujer la responsable de la conducta del hombre en la relación, es fácil saber que si la mujer toma una actitud más autoritaria masculinizando su carácter, el hombre tiende a hacerse más sumiso. Referente a esta reflexión no diremos que el hombre engaña por sexo y la mujer por afecto sino que simplemente diremos que hay quienes engañan por tal y otros por cual.
Cuando se engaña por sexo es simple: no hay sexo en la relación y las tentaciones, las que parecen estar más latentes que nunca cuando se está emparejado, provocan la situación de infidelidad que satisfaga los deseos carnales de la persona, o es que sencillamente la pareja no sabe satisfacer a su otro por diferentes motivos: vagina abierta, pene pequeño, ano flexible o dedos gruesos o delgados. El placer en el sexo y la ausencia de ello tienen el mismo remedio: comunicación, si no se tiene la confianza suficiente para poder decir lo que nos molesta del otro tanto en la cama como en la vida común ¿cómo esperamos que la situación mejore? Evidentemente la otra persona no tiene una bola de cristal para adivinar lo que quiere o no quiere, y es que a veces por no querer herir no se dice nada, pero al evitar sólo se hiere más al otro al matar silenciosa y largamente la relación con el silencio y los actos a escondidas. Nuevamente la confianza se establece como un problema y una solución ante el sexo o la relación en general.
Por otro lado, hay quienes engañan por afecto, para ello el problema y la solución es el mismo: si no se tiene el tino y la sinceridad para conversar y decir “tengo carencia de cariño de tu parte” es que no hay confianza y es así de simple. Cuando la relación es lo suficientemente madura es que se pueden tratar estos temas con completa libertad sin llegar a las ofensas, los alzamientos de voz o a la omisión de los mismos. Los afectos son importantes en la relación, pues sin ellos sólo hablamos de una amistad con sexo, los afectos hacen la diferencia entre ambas relaciones fuertes. Es por ello, que cuando se es infiel por falta de afecto es que hay un grave problema: porque no se hace saber y porque la otra persona no hace lo posible por mantener viva esa llama que hace la diferencia.
Finalmente está el pretexto de que el alcohol tiene efectos ‘maaaaaaalos’ en el cuerpo y despiertan los bajos instintos, bueno, pues es verdad que con etanol en la sangre el cerebro no coordina, no entiende y no razona, y es más, olvida lo que se hace, pero antes de llegar a ese estado de inconsciencia existen estados previos que alertan como el “estar happy” o “arriba de la pelota” o “mareado”, momentos en que se puede hacer un alto y no se hace por estupidez o porque gusta del sabor del alcohol, en todo caso, las posibilidades de detenerse al beber alcohol son mínimas pero se puede hacer el intento por no querer dañar a quien se quiere y esa es una decisión importante e inteligente que hay que hacerse antes de seguir bebiendo alcohol.
Sin embargo, todos estos argumentos, o como me gustan llamarlo a mí: excusas, tienen cabida en la misma solución preventoria: la confianza y la sinceridad (que van de la mano por cierto) son los pilares fundamentales de la relación y pasarlos a llevar no sólo demuestran una fuerte carencia de madurez, sino que también un inminente inconformismo propio de no saber lo que tengo o me gusta ni su diferencia. Por ende, la conclusión es obvia: si quieres o amas, no engañas, si lo que tienes no es lo que quieres hazlo saber y si no rinde frutos, pues no es para ti, aunque lo tengas y sea un muy buen partido. Si se perdió el cariño o el amor, la solución es simple: se termina la relación y ya! Cuando cada uno va por su lado se es libre de acostarse con quien sea, puesto que a la pareja se le debe respeto, y por lo demás, quien queda mal no es el engañado.
Por último es necesario que diga que el engaño no es algo que sea raro, es sólo que hay quienes no entienden que superar ese tipo situaciones parte de madurar como persona y como pareja. Cuando se piensa en pareja no hay más de dos en el embrollo.

A mis queridos lectores,
Amaroh Hikaru Melville

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