viernes, 7 de junio de 2024

VOLVER

He pensado mucho últimamente sobre retomar este rincón de mi vida donde expresaba lo que pensaba y lo que sentia. Han pasado tres años desde la última publicación y ni siquiera estaba terminada. Mucha agua ha pasado debajo del puente, y es que este puente pareciera haber sufrido haasta tsunamis ya que estuvo a punto de ser destruido, o al menos quedó muy maltrecho.

Realmente no quisiera hacer una apología acerca de la importancia de retomar viejos hobbies o hábitos sanos para mantener la cabeza ocupada, sino más bien, hacer énfasis en el hecho de retomar.

En los últimos meses he retomado dos relaciones, a pesar de que a los 16 años prometí no volver a hacerlo, resulta que a los 31 años volví con un chico después de unos días de haber terminado conmigo, y a los 32 volví con un viejo amor después de más de 6 años. Ahora aclaremos, el primero tenía en aquel entonces menos de 20 años y el segundo es medio año mayor que yo. Por cierto que son dos situaciones totalmente diferente. Hablamos de dos personas diferentes, dos carácteres completamente diferentes, personalidades diferentes, madurez emocional, personal y experimental diferentes, y asi mismo, puntos de vista diferentes y diferentes etapas de la vida.

Ahora bien, todas estas diferencias nos hacen únicos pero también definen el curso y desarrollo de una relación. Y es que las diferencias pueden ser mínimas o sustanciales, dependiendo de cómo afectan al otro, en ese sentido, las tácticas de supervivencia se activan, pero ¿cuánto tiempo podremos permitir que esas diferencias nos marquen definitivamente? y lo más importante ¿cuánto tiempo vamos a tolerar esas diferencias? ¿cuánto tiempo fingiremos que no nos importan cuando en verdad nos corroe las entrañas? Deberíamos detenernos a pensar en si queremos esas diferencias en nuestras vidas o ¿deberíamos plantearnos optar por salvaguardar nuestra integridad mental y no ceder a las diferencias que nos incomodan?

Pensé en hacer preguntas a mis amigos, como siempre, para determinar y deliberar acerca de los resultados de estas incógnitas pero me surgió otra interrogante: ¿podrán hombres y mujeres, heteros y homos, cis y no binaries, determinar hasta dónde podemos aguantar ciertas o cuales cosas? o es que acaso responden a las configuraciones personales de cada uno y entonces, este tipo de inquietudes no las puedo graficar por segmentos.

Por otro lado, sin embargo, una de las variables que se me ocurre indagar y graficar respecto de los posibles resultados tiene que ver con las diferentes generaciones, los rangos etareos ¿es que acaso los boomers, los X, los millenials, los centenials y los alfa podrían determinar una posición marcada respecto de sus estilos de crianza por implicancias geopolíticas? Al respecto he conocido diferentes casos, algunos excepcionales que me han llegado a sorprender de sobremanera y otros más esperables, para todos los sentidos de factibilidad. Conociendo así, miembros de la Generación Silenciosa con más apertura de mente que muchos millenials, y otros boomers considerablemente mas cerrados de mente que me hacen pensar que su crianza fue supervisada por la santa inquisición o por el corán, en un contexto occidental y completamente distinto al que vivieron.

Hay personas, y esto no aplica a las diferentes generaciones, que están dispuestas al cambio, otras que esperan en cambio y otras renuentes al cambio. Los seres humanos son criaturas interesantes, ya que sus diferentes modos de actuar pueden confundir hasta el más meticuloso de los estudiosos de la conducta. Afortunadamente, la gran mayoría de las personas, en general, hacen cambios en su vida diaria, ya sea en sus hábitos, hobbies, campo laboral y profesional ¿son estos cambios un indicio de que estamos dispuestos a hacer cambios en nuestras vidas o en nuestros estilos de vida que evidentemente nos toman por sorpresa y son antecedente de cambios más profundos en las personas independiente de su sistema de crianza? Estas preguntas parecen ser retóricas, y no estoy insinuando que puedo especular respuestas.

Si a veces somos capaces de cambiar nosotros mismos y creer en el cambio de otros para poder retomar relaciones de antaño ¿estamos predispuestos ceder en el sexo por salvar la relación? ¿necesitamos tanto la estabilidad que soportamos las diferencias que nos incomodan para sostener nuestra estabilidad emocional? y es que estamos dispuestos a cambiar siempre y cuando ello resignifique nuestro estilo de vida a uno más cómodo y mejor según nuestros intereses.

Entonces ¿por qué deberíamos cambiar y abandonarnos a nosotros mismos por el bien de otros? es que en nuestra naturaleza de seres humanos ¿necesitamos tanto ser amados que preferimos cambiar nosotros en vez de esperar que cambien los otros? o quizás es muy injusto pedir que el otro cambie sólo por nuestra comodidad. Tenemos tan incrustado en nuestro chip interno algunos que, pensamos que si no nos adaptamos a la otra persona y si no cedemos ambos no podremos ser felices con esa persona pero ¿podemos cambiar de persona? tal vez esa persona no es para nosotros y nos resistimos tanto a cambiar que evitamos las incomodidades por el bien de la relación.

No deberíamos atenernos a tales limitaciones, las personas pueden o no cambiar, pero sería muy injusto pedirles que se adapten a nosotros si nosotros estamos contentos con quienes somos. No deberíamos pedirle a otros que cambien sólo porque no nos gusta su forma de ser y hacer las cosas. Debemos plantearnos si cambiar de persona es lo más adecuado. Después de todo, es sabido, y conozco casos en ambos extremos, personas que son felices siendo sus propias versiones y otros que no están dispuestos a cambiar, o bien, que están tan hartos de cambiar que ya no se sienten ellos mismos.

Ante la duda prefiero ser yo mismo y cambiar por mí y para mí y así estar contento con mi propia versión de mí. Las normas sociales pueden cambiar pero eso no significa que yo deba cambiar por agradarle a otro, debería poder cambiar sólo para ser una mejor persona para mí y mi entorno, y si eso no agrada al resto y me siento bien conmigo y no daño a nadie siendo como soy, entonces, deberíamos ser capaces de cambiar de entorno en donde nuestras diferencias nos complementen en vez de obligarnos a cambiar para adaptarnos arriesgando nuestra forma de ser y nuestra comodidad.

Elijo estar en constante cambio. Por ejemplo, cambiar de nombre, y por qué no, de pareja, de ciudad, de teléfono, de vida, de discurso, de curso, de país, de objetivos, de metas y hasta de pseudónimo.

Cuando tu pseudónimo cambia a ser tu nombre social de paso a legal, podemos cambiar nuestra mirada hacia nosotros mismos y ser capaces de resistir los cambios que nosotros mismos nos generamos a voluntad.




A mis queridos lectores,

Hikaru Ritsuka Host.




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