Hace muy poco, ya hace un mes me vi
enfrentado a un problema moral importante, donde la ética de mi sociedad se
encuentra dividida y mi propio pensamiento en conflicto con el de mi familia.
Para contextualizar, mi familia viene de una tradicionalidad antigua, como se
diría, enchapada a la antigua, donde los valores familiares son lo más
importante seguido del amor que les une como familia. Se darán cuenta de que la
moralidad y el “qué dirán” son lo esencial que construye las actitudes y
acciones diarias de mi familia. De mente cerrada y llena de tradiciones un
tanto complicadas de entender bajo la lógica en la que me desenvuelvo, desde
este punto de vista, ya se imaginarán a qué apunta este texto.
Esto me hizo pensar en lo siguiente: ¿es
correcto tener sexo a las dos semanas de haber fallecido un familiar extra
cercano?
Comencemos a pensar, fallece un familia my
cercano a uno mismo, en este contexto de pena es correcto llorar y tirarse al
suelo revolcar en llanto, pasados unos días ya uno se puede controlar y no
estará llorando en cualquier parte, adquiere una perspectiva reflexiva y
obstructiva frente a los miles de consejos que la gente acostumbra a decir, que
uno ya los sabe, peor la gente los dice de igual manera, a lo mejor para
rellenar los momentos vacíos de una cierta conversación, sin embargo, empieza a
surgir el deseo de querer retomar su propia vida, pues ya se comienza a dar
cuenta de que la vida sigue, uno mismo comienza a reflexionar acerca de lo que
hará para poder retomar su curso normal de la vida ya en ausencia de su madre o
padre, o alguien muy cercano.
Pues bien, dentro de todas las cosas que se
empiezan a regenerar en la vida diaria, entra en juego el sexo y la vida
social. La tradicionalidad dice que no es correcto salir a hacer vida social ni
tener sexo hasta por lo menos más de un mes transcurrido el hecho por respeto
al luto. Sin embargo, según mi línea de pensamiento, llevada a las pasiones,
las cosas que uno hace tienen directa relación con lo que se siente, las penas
de un luto, se llevan dentro de uno y se sueltan en la intimidad. Ahora bien,
si uno se siente listo para tener sexo en cuerpo y alma ¿qué hay de malo en
ello?, si me siento listo para beber con mis amistades y seguir con mi vida
normal ¿qué hay de malo en ello? Uno mismo sabe que bajo ninguna circunstancia está
siendo parte de una celebración ni nada por el estilo que tenga una relación ni
siquiera indirecta con la persona fallecida, entonces ¿cuál es el problema con
ello?
Salir a bailar a la discoteca con amigos
después de un mes de fallecido el familiar, es tan mal visto como hacerlo en la
misma noche en que hubiera ocurrido, entonces, ¿dónde está “la vida sigue”?
Ahora bien, una gran detención parte por la convivencia con familia directa
cuando no se comparten estos mismos parámetros sociales y se enfrentan a
disyuntivas como “el respeto por el luto ajeno”. Entonces ¿por qué no se les
exige a los vecinos que se callen cuando a la semana hacen una fiesta ruidosa
en casa? Si después de todo, se sigue la línea del respeto ajeno por el luto
propio. Que una persona siga sus impulsos como el tener sexo se toma como una
real falta de respeto frente al luto propio.
Salir en la noche a compartir con amigos, o
acostarse a tener sexo con la pareja después de transcurridos un tiempo prudente
según lo dicte el mismo corazón, no quitará la pena interna, quizás a los seis
meses de transcurrido el fatídico hecho siga con la misma pena que me ha tenido
mal desde el primer día en que falleció, pero no por eso me debo privar de
retomar mi propia vida, de a poco, pero si parte de ella entraba el sexo y el
beber con amigos, ¿por qué no?
El sexo, responde a impulsos del cuerpo, y si
el cuerpo ya está en condiciones de exponerse al sexo, y el corazón ya se
siente en condiciones de soltarse de esa forma, no veo lo malo ni lo inmoral en
responder a ese impulso. Si el luto se lleva de igual manera.
En esta ocasión, dejo la línea de pensamiento
abierta a mis lectores para hacer uso de la reflexión, ya que ni yo mismo he
logrado conciliar las contrarias partes de la discusión moral del sexo ni de la
vida social respecto al luto.
A mis queridos lectores,
Amaroh Hikaru Melville