viernes, 15 de junio de 2012

Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario

Decisiones, son necesarias, nos ayudan en cada día, desde que despertamos hasta que cerramos los ojos, e incluso estas dos acciones son decisiones que nos ayudan a tomar decisiones, pero qué pasa cuando las decisiones que tomamos se nos revelan en una maraña de decisiones que determinen un embrollo catastrófico de hechos provocados por las decisiones. ¿La vida termina o se estanca? Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario, la vida sigue y esa también es parte de una decisión.
Las decisiones que tomamos diariamente nos marcan desde que no logramos tener conciencia en la mañana, cuando decidimos abrir los ojos se despierta un involuntario deseo por querer vivir. Las decisiones nos hacen felices o infelices, pensamos a veces, pero la respuesta es bien simple, ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario, ser feliz es una decisión más en la vida diaria, y es que, la felicidad no se logra, no es una meta la cual se pueda alcanzar mediante un método determinado, es una decisión diaria, si nací infeliz, es mi decisión ser feliz. Hay personas que alcanzan todas sus metas pero no son felices y hay personas que nunca llegaron a alcanzar sus metas pero son igual de felices. ¿Por qué?, ¿es mejor no alcanzar las metas o saber disfrutarlas más? La respuesta es sencilla, ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario, lo que a uno lo hace en verdad más feliz que al resto es cómo vivió ese proceso que le ayudó a alcanzar sus metas o a no realizarlas, conocer gente, ganar experiencia, disfrutar de las buenas y malas decisiones porque para bien o para mal, siempre dejan una enseñanza, y es esa experiencia la que otorga la sabiduría suficiente para tomar decisiones futuras que provoquen tomar la decisión de ser feliz.
Si bien, conocer gente no es una decisión sino una consecuencia de una decisión, la verdadera decisión trascendental es decidir qué tanto esa gente dejarás que influya en tu vida. Para bien o para mal, es una decisión. Querer revertir decisiones es un muy complejo deseo, pero además de ser imposible, provoca más infelicidad que una propia mala decisión.
La orientación sexual, no es una decisión, pero lo complejo está en las decisiones que derivan de este descubrimiento, asumir, actuar, ocultar, contar, publicar, hasta intimar y con quien.
Hay decisiones más difíciles, como la de desconectar a un ser querido o la de trabajar doble turno para alimentar a tu familia o la de escapar de casa o la de abortar un hijo o la de golpear a quien amas. Estas son las decisiones a veces más irracionales pero más desesperadas que se toman en la vida, pueden ser peligrosas y causan sueño. Las decisiones más trascendentales son de las que más nos acordamos, para bien o para mal, es un trauma, entonces, o un recuerdo, ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario, son experiencias, y el hecho de sacarlas a colación a propósito de un sentimiento emergente no es signo sino de la importancia que esa experiencia tuvo en la vida, es entonces de suma importancia recordar esa experiencia, aunque a veces duela, para no caer una y otra vez en un juego eterno de desesperación y de amargura que sólo llevarán a la destrucción de la felicidad, ya no como un estado alcanzable, sino como una posibilidad de plantearse en la vida.
Pero hay otro tipo de decisiones, como la de hacer un blog, como la de comprometerse con ciertos lectores y la de escoger un tema que los convoque.
Amar no es una decisión, dejar de amar tampoco lo es. Sí es una decisión dejar a la persona que amas por amar tu propia estabilidad emocional, y eso ¿está bien o está mal? Ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario, pues, no está bien hacer caso omiso de tus sentimientos ante la posibilidad de llegar a ser infeliz con la persona amada siendo que con ella lograste felicidad en algún momento, es entonces circunstancia para revalorar esos momentos felices y reavivarlos con un nuevo giro de esperanza. Sin embargo, tampoco está mal, ya que, pensar en la propia sanidad mental es un derecho de cada uno y es pertinente velar por ella, pues nadie lo hará por ti. Es pues sólo egoísmo, y eso no está bien, pero tampoco esta mal, sino todo lo contrario, ante la incertidumbre de dejar de estar con quien se ama esté bien o mal es necesario tomar en cuenta muchas variables como la de la tranquilidad personal y la de la otra persona, así como la de plantearse futuros posibles. Entonces, está bien amar o está mal amar, sólo es una apreciación subjetiva y, por tanto, depende de la perspectiva de cada persona ya que, amar es involuntario, y las decisiones que afloran del amar no son más que decisiones, no tienen que ser ni buenas, ni malas. Ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario, las sensaciones de sentirse bien responden a una necesidad desesperada por autosatisfacerse ante una decisión determinada, y la sensación de sentirse mal no es más que una necesidad interna por querer sentir culpa por algo, ahora, sentirse bien por algo que se sabe que está mal ¿es bueno o malo?, ni o uno ni lo otro sino todo lo contrario, es símbolo de inmadurez, y muy lamentable por lo demás.
¿Está en el amor la respuesta de querer no estar sólo, o simplemente estar acompañado es una consecuencia de amar demasiado? Ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario, no es posible establecer parámetros medibles o apreciables ante hechos que no son racionales, puesto que no pueden ser razonables al no ser objetivos, y es que depende de cada persona el cuánto se puede querer a una persona.
El amor enfrentado al desamor duele, pero ¿duele por despecho o por sí mismo? Ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario, cuando alguien ama a quien se ha desenamorado del otro duele porque el amor funciona como una droga en sí misma, el amor se alimenta de más amor, y por ello es que el amor llega a enfrentarse tantos años. Es entonces que, cuando el amor no tiene de qué alimentarse porque el otro no ama, duele ante no poder satisfacer esa necesidad de alimentarse de amor.
Al final, la única gran decisión es la de mantenerse con vida y buscar la felicidad ante el amor y ante el desamor.


A mis queridos lectores,
Amaroh Hikaru Melville